8M... ¿qué?

Siempre lo he dicho, y me lo llevare a la tumba: no me celebro un día, me celebro diario.

Las mujeres que hicieron su labor por marcar este día en el calendario no lo hicieron para que se les reconociera solo hoy, sino para que la voz (que yo creo más importante) de las mujeres se alzará y fuera escuchada por todos. Incluso, por otras mujeres.

Me recontra choca que me digan "Feliz día" mientras me meten el pie para tropezar.

Se me retuerce el hígado de saber que hay mujeres con una falta terrible de empatía para / con otras. ¿Qué le están enseñando a sus hijas, hijos? A pisotear al vecino por su convenencia.

No tolero a las mujeres que son amigas de violentadores "porque es buena onda." A estas mujeres les digo: espero que nunca te encuentres en esa posición, porque nadie sabe el infierno que uno vive.

No puedo creer que, entre mujeres, nos destruyamos porque existe alguien que cuestiona / defiende / cree / siente.

No me cabe en la cabeza por qué hay mujeres que desean a la "pareja del otro."

Que poco apoyo hay entre mujeres, cuando una le dice a otra; escoge entre lo más preciado de tu vida... y tu trabajo. Mientras está llevando a cabo una lucha interna y externa que la sobrepasa.

No veo ni vivo ese respeto al otro.

Por eso no creo en el Día de la Mujer. No creo en la sororidad. No creo en la religión.

Como preámbulo al día de hoy, recibí un golpe que sacudió esos temores e inseguridades, que si bien no tenía totalmente dominadas si los traía en una correa bien adiestrados, a flote.

Esos golpes que dejan fluir todas las lágrimas contenidas y que desarman esta fachada de fortaleza con la que enfrento la vida a diario.

Esos golpes que llevan un mensaje de odio que se extiende a personas que no lo merecen, que lastiman sin que se den cuenta.

Me empujan a hacer un mayor esfuerzo en todo lo que hago a diario. Un esfuerzo extra que agota pero no se puede dejar de hacer. Que me llevan a buscar contensión en quien más confianza la tengo.

Y resulta que recae sobre mi. Todo sobre mi. ¿Qué hago? Pues me refugio en palabras, en canciones que me ayuden a encontrar el lado positivo al trago amargo. Que saquen esa fuerza interior que no sabía aún tenía. Que me hagan sentir acompañada en un momento de soledad extrema.

Que me reitera que soy mi propia religión. Soy mi propia luz.

Gracias, William Ernest Henley, por poner en palabras mi sentir.

Gracias, Maya Angelou por permitir que tu lucha sea parte de la mía.

Porque al final del día, y muy en el fondo, creo en mi. Creo en mi lucha. Creo.

Hagan sus marchas, iluminen sus edificios de morado, avienten humo morado...

No necesito nada de eso para decir y mostrar: "Soy mujer, escuchen mi rugir."